viernes, junio 02, 2006


EL ROBLE

Érase una vez una gran pradera con hierbas, arbustos, rocas, colinas, caminos y muchos muchos árboles. Había todo tipo de árboles a lo largo y ancho de esa gran pradera, algunos eran altos, otros bajos, los había gruesos, algunos otros daban frutos, uno que otro florecía, y algunos simplemente permanecían años enteros entre medio secos y medio vivos.

Había un roble que aun estaba verde, sus ramas apenas comenzaban a buscar el cielo y sus raíces todavía estaban buscando la profundidad necesaria para sostenerse ante los vientos huracanados que a menudo soplaban por allí. El roble era el único en lo alto de una colina desde la que se divisaba la gran planicie. Por allí no había ningún otro árbol como ese y el roble se sentía bastante solo.

Un día pasó por allí un hombre joven que llevaba un buen rato buscando una sombra para descansar, venia de lejos y hacia rato que no encontraba un buen árbol bajo el cual pudiera recostarse a descansar aunque lo había intentado pero no encontraba ninguno que le brindara unas raíces fuertes sobre las cuales recostarse, un tronco en el cual descansar su cabeza y unas ramas que lo protegieran de la inclemencia del viento y el sol.

Pero cuando vio al magnífico roble en lo alto de la colina supo, sin entender bien por que, que había encontrado el árbol que necesitaba. Era aun un roble joven pero ya tenía el suficiente tamaño para poder brindar acogida bajo sus ramas a un caminante cansado.

El joven se acercó al roble y lo observó durante un rato, luego le dio una vuelta mientras admiraba sus colores, la textura de sus hojas y ramas, la sombra que se proyectaba sobre el piso. Un rato después buscó la mejor parte donde podría recostarse y rápidamente se quedo dormido.
A partir de ese momento el joven siempre se detenía junto al roble cada vez que pasaba por allí. A veces lo hacia a diario, otras veces cada semana, pero siempre se quedaba a descansar bajo las ramas del roble. Y parecía como si el árbol sintiera la presencia del joven pues sus ramas se mecían acompasadamente mientras el joven descansaba pero cuando éste no estaba simplemente se movían desordenadamente.

El joven comenzó a cuidar al roble, a veces dedicaba un rato a quitar bichos y otras plagas que estaban sobre el tronco, otras veces limpiaba alrededor de las raíces, ponía rocas en un círculo grande alrededor del árbol para que algunos animales no se acercasen mucho, incluso a veces traía agua en una cantimplora y regaba las raíces del roble. Lentamente se había convertido en el jardinero fiel del árbol.

Y así paso el tiempo y el roble aumentaba de tamaño y hermosura gracias en gran parte a los cuidados de su jardinero fiel. Sus ramas parecían crecer y ser más frondosas del lado en el cual el joven siempre se recostaba a descansar.

A veces las tormentas desgajaban una que otra rama, otras veces era el inclemente verano que comenzaba a secar tanto el suelo que las hojas se veían amarillentas pero el jardinero fiel buscaba la manera de cuidar su roble, de restituir su fortaleza y su belleza.

Pero un día el joven no volvió, pasaron semanas y meses y no había rastro de él, y el roble seguía erguido esperando a su jardinero fiel, pero éste nunca regresó. Y así el árbol fue perdiendo su vigor, su belleza, sus hojas caían sin ser reemplazadas y sus ramas parecían sostener un peso tan grande que se inclinaron hacia el suelo. Y como todo gran árbol, finalmente murió de pie.

9 Comments:

Blogger un-angel said...

Me ha parecido precioso. Cuando nos falta el amor de nuestra vida, muchas veces seguimos adelante pero otras nos quedamos muertos en pie, como el árbol de tu cuento.
Cuídate mucho, y gracias por tu historia.

3:05 p.m.  
Blogger Alas said...

Sencillamente hermoso Brokeadicto, es cierto que Ennis se volvió hermoso gracias al amor de Jack, cada vez que iba a su encuentro, Ennis florecía, la sangre volvía a correr por sus venas, el corazón le golpeaba el pecho y le recordaba que estaba vivo...

Ennis esperando sentado junto a la ventana...
Ennis diciendo una plegaria recostado a las orillas del río...
Ennis con el cepillo de dientes apretado en la boca, desesperado por partir...
Ennis oliendo su camisa antes de meterla en la bolsa...
Ennis bajando de su camioneta, sonriéndole a Jack que lo acusa de haber llegado tarde...

Y la imagen que nos duele recordar, como duele ese roble, perdiendo su vigor y su belleza.

Ennis, abotonando una camisa, acariciando una postal, con sus lágrimas y el único juramento de su vida...

7:41 p.m.  
Blogger pon said...

Qué bonita historia, qué preciosa simbología. Brokeadicto, gracias.

3:16 p.m.  
Blogger Ana said...

Me has dejado sin palabras. Bonita historia. Me hubiera gustado que el jardinero cuidara siempre de su árbol pero la vida es así.

4:42 a.m.  
Blogger Ochentero said...

que lindo tu blog de donde eres tu?

8:01 p.m.  
Blogger pon said...

Brokeadicto, un beso muy grande, adelante. Tú eres un roble inmortal. Te cuidamos.

5:15 a.m.  
Blogger un-angel said...

...he leído por un comentario tuyo en el blog de Ana que no estás pasando un buen momento ( ya me parecía a mi que llevabas mucho tiempo sin contarnos nada )... bueno, pues mucho ánimo y fuerza, a los días tormentosos siempre siguen cielos despejados, y aunque desde este espacio tan virtual no podamos hacer gran cosa, ya sabes que cuentas con todo nuestro apoyo, ¿de acuerdo? Pues un abrazo y fuerza, adelante.

6:55 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Vos, siempre vos, y lo más curioso es que has encontrado ese roble joven que te da vida, sombra y como compensación lo cuidas, lo sobreproteges hasta llegar a la saciedad, por eso lo abandonas, porque no te dejas llevar y lo disfrutas, lo conviertes en una obligación.. y las obligaciones son insoportables

5:09 p.m.  
Blogger Dalia said...

Un amor tan grande y tan fuerte como un roble, vivirá para siempre, tiene vida propia, crece y se expande como las ramas de un árbol, y bajo él nos cobijamos todos.

9:12 a.m.  

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